Migraciones Internas
Las migraciones interestatales constituyen un fenómeno que afecta directamente a la dinámica poblacional de cada entidad federativa, pues el cambio de domicilio entre Estados es una de las estrategias que adoptan las personas para mejorar sus condiciones materiales de vida. La búsqueda de trabajo y mejor remuneración así como la decisión de cambiar de residencia se presenta como el resultado de la comparación de oportunidades económicas entre el lugar de salida y el lugar de llegada.
Los datos censales muestran que son cuantiosos los cambios de domicilio entre entidades y que estos movimientos se incrementaron sistemáticamente con el paso del tiempo. En 1950, poco más de 3.5 millones de personas no vivían en sus entidades natales; para 1970 y 1990 este número de migrantes aumentó a 7.5 y a 15.4 millones, respectivamente, alcanzando en el 2000 la cifra de 18 millones de individuos, que son mayoritariamente del sexo femenino –desde 1950 la cifra de migrantes varones fluctúa entre 91 y 93 por cada 100 mujeres migrantes.
En términos relativos, la creciente dimensión del fenómeno superó incluso el ritmo de aumento del universo de habitantes del país, representando cada vez mayores proporciones de la población total: 14.8% en 1950, 16.9% en 1970, 22% en 1990, y finalmente 23% en el 2000 (Corona 2000: 8).
En la segunda mitad de los años cincuenta, sólo en el Distrito Federal y el Estado de México el principal flujo inmigratorio excedía las 30 mil personas; en cambio, en 21 Estados era inferior a diez mil. La pérdida de atracción de la Ciudad de México para los habitantes del resto de la nación es evidente: a fines de los años cincuenta, al Distrito Federal llegaban las corrientes más numerosas de 19 Estados; más tarde sólo llegaban a la capital del país la procedente del Estado de México. Si bien la expansión territorial de la Ciudad de México le ha transferido paulatinamente al Estado de México el papel protagónico en los lugares de destino de la movilidad geográfica de la población, el conjunto de ambas entidades, después de haber sido en 1955-1960 el destino del principal flujo originado en 18 de las 30 entidades restantes, es ahora la región de donde parte el contingente más grande que reciben las 11 de las otras 30 entidades (CONAPO 2000).
Para apreciar el comportamiento general y la evolución del fenómeno de la migración interestatal, Corona agrupa las entidades con rasgos migratorios semejantes, en el primer bloque se encuentran Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas, que constituyen una región de constante atracción poblacional, en segundo lugar se encuentran los estados de Coahuila, Sinaloa, Nayarit, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán, Guerrero y Oaxaca, que se distinguen por su rechazo poblacional sistemático en los cincuenta años de referencia. La migración en estos estados repercutió en la disminución del porcentaje de sus residentes con respecto a la totalidad –de 29.4% en 1950 a 21.9% en el 2000-, no obstante la prevalencia en esta zona de las más altas tasas de fecundidad del país. En general durante los años 1995-2000, los inmigrantes en esta región, se distribuyeron equitativamente entre varones y mujeres y su estructura por edades refleja básicamente el desplazamiento de familias en etapas intermedias de su ciclo vital, lo que se combina con la reunificación familiar como el motivo principal del cambio de domicilio interestatal (Corona 2000: 9).
El cuadro 1, nos sirve de referencia para hacer una comparación de la migración interestatal en 18 Estados de la República Mexicana abarcando el período de 1955-1995, podemos observar que el Estado de Oaxaca tiene una tasa de migración neta de –0.61, apreciándose que desde 1955 se presentan tasas de migración negativa, por lo que Oaxaca es un Estado con alta expulsión de población en comparación con el resto de los Estados considerados en este cuadro.
"LOS CUADROS PROXIMAMENTE LOS SUBIRE COMO IMAGEN"
Como hemos visto anteriormente, Oaxaca constituye un Estado con alta expulsión de mano de obra, por lo tanto la migración es un tema relevante a tratar. Las primeras salidas masivas de oaxaqueños fuera del país tienen su origen en el Programa Braceros (1942-1965) que canalizó mano de obra a los campos agrícolas de los Estados Unidos. Junto a estas salidas existía ya el trabajo agrícola en cultivos comerciales como la caña de azúcar en Veracruz y Morelos, el algodón en Tapachula y el café en Pochutla. El término del programa de braceros coincidió con el auge de la mecanización agrícola en los Estados del noroeste; poco a poco, la consolidación de la agricultura comercial en los setenta y el uso intensivo de mano de obra en Culiacán y Baja California fueron atrayendo población para el trabajo temporal, primeramente de regiones cercanas.
En los años ochenta, con la diversificación de la producción y la introducción de hortalizas, los productores del norte del país buscaron mano de obra en otras entidades, como Oaxaca, lo que aumentó en pocos años, el número de jornaleros. Actualmente, Oaxaca es la quinta entidad en migración neta a nivel nacional y la segunda en presencia de jornaleros agrícolas en Sinaloa y Baja California, después de Guerrero (Méndez 2001:46).
La demanda anual de jornaleros agrícolas en el Estado de Sinaloa, se calcula en más de 100 mil trabajadores entre locales y foráneos. El traslado de importantes flujos de población procedentes de Estados como Oaxaca y Guerrero es fundamental para sostener los niveles de producción en hortalizas como las de tomate, chile y pepino; sin embargo, los ingresos obtenidos apenas alcanzan para repetir nuevamente el ciclo y sobrevivir en las comunidades de origen mientras llega la siguiente temporada.
Dentro de la geografía oaxaqueña, el Programa Nacional con Jornaleros Agrícolas (PRONJAG) implementado por el gobierno oaxaqueño ha detectado 26 municipios con importantes flujos de jornaleros agrícolas; caracterizados por una fuerte degradación ambiental, pobreza y altos niveles de analfabetismo, como el caso de Coicoyán de las Flores y San Martín Peras, ambos en la Mixteca.
En 1997, la situación en los campos agrícolas era dramática, mientras la demanda de mano de obra rebasaba las 100 mil personas, los albergues apenas tenían capacidad para unas 5 mil. Es ya ampliamente conocida la situación de hacinamiento y la carencia de servicios básicos en los que viven los migrantes.
La migración de los oaxaqueños al noroeste del país representa el 66.9% de los flujos migratorios en el Estado: los jornaleros oaxaqueños se dirigen a las regiones agrícolas en Sinaloa, Baja California y Sonora y básicamente desarrollan tres modalidades migratorias: pendular, cuando van a una región y regresan a la comunidad de origen, golondrina, cuando se desplazan entre varias regiones, sea que se enganchen con los mismos patrones o prefieran desplazarse por cuenta propia y; por último cuando se tiene el asentamiento en las zonas de trabajo. De acuerdo con el INEGI, en 1990 había ya 13 mil 393 oaxaqueños asentados en Sinaloa y 8 mil 744 en Baja California (INEGI 2001).
Un rasgo importante de la migración temporal y en general de los flujos migratorios de los oaxaqueños es su fuerte carácter étnico; los principales grupos étnicos que laboran como jornaleros agrícolas en el noroeste son zapotecos de los Valles Centrales y de la Sierra Sur, así como mixtecos y triquis procedentes de la Mixteca. Los otros grupos son, en orden de importancia, mazatecos, mixes, chinantecos, amuzgos y chatinos.
Con el surgimiento de asentamientos de trabajadores agrícolas oaxaqueños en Baja California, como San Quintín y Ensenada, y los urbanos existentes en Tijuana, inició el cruce masivo de la frontera con Estados unidos de Norteamérica en los años ochenta y noventa.
A diferencia de las migraciones de las décadas pasadas, éstas se diferencian por el incremento de la población indígena, por ejemplo los zapotecos que se dirigen a los Ángeles o los mixtecos a los destinos rurales, como California, Oregon y Washington (Méndez 2001: 47).
Las crisis económicas en el país y la devaluación del peso frente al dólar han fomentado el incremento de los flujos migratorios ante la diferencia cambiaria peso-dólar; con ello se han incorporado localidades en donde la migración temporal al noroeste había sido predominante por la precaria situación económica (Bustamante 1999: 21). Sólo por citar un ejemplo de migración internacional, algunos cálculos nos indican que para 1991 había entre 20 mil y 40 mil mixtecos en California, viviendo sobre todo en el Valle de San Joaquín, Madera y Fresno. Para 1994, el cálculo ascendía a 50 mil, de éstos el 75% trabajaba en la agricultura y representaban el 5% de la fuerza laboral agrícola en California.
Otra fuente nos indica que la población indígena en California era originaria de 203 comunidades pertenecientes a 22 distritos; sin embargo, en términos porcentuales el 78% provenía de Juxtlahuaca, Silacayoapam y Huajuapam (Besserer 1999: 210).
Según Mancilla, de los 570 municipios del Estado oaxaqueño, el 60% es de fuerte expulsión, el 17% es de débil expulsión, el 11% de equilibrio, el 6% de débil atracción y el 5% es de fuerte atracción.
Se identifican en Oaxaca cuatro escenarios fundamentales de los flujos migratorios que son:
- Los flujos migratorios internos, que se dirigen fundamentalmente hacia las zonas agrícolas de la Costa, Papaloapam y la Ciudad de Oaxaca.
- La migración hacia diversas entidades del país, entre las que destacan el Distrito Federal, Sinaloa, Baja California Sur y Norte, Sonora, Jalisco, Nuevo León, Tamaulipas y Aguascalientes.
- La migración internacional, principalmente hacia los estados de California, Texas, Florida y Nueva York en los Estados Unidos de América.
- La inmigración de ciudadanos de otros países, por razones turísticas y comerciales o bien cuando cruzan el territorio oaxaqueño para dirigirse hacia los Estados Unidos de América y que en su mayoría son ciudadanos centroamericanos (Mancilla 2000: 65).
Los Valles Centrales de Oaxaca se caracterizan por tener un territorio de clima seco y semidesértico con pocas lluvias, lo que dificulta el cultivo de maíz y fríjol. Además de tener altas tasas de marginación, reflejadas en altas tasas de mortalidad infantil, analfabetismo, desnutrición y alcoholismo debido a la escasez de servicios, escuelas y empleos. Quienes permanecen en sus comunidades combinan la actividad agrícola con la artesanal y, en algunos casos, con la industrial y la encuentran como estrategia para sobrevivir a la migración (Mancilla 2000: 72).
En Valles Centrales, las familias han hecho una tradición de la migración temporal, por tal motivo “dan a trabajar” las tierras que poseen en mediería con el fin de obtener alguna utilidad.
Los principales destinos de los migrantes de los Valles Centrales son los campos agrícolas del Valle de Culiacán, aunque hay quienes siguen el ciclo agrícola del noroeste del país: Hermosillo, Sonora, San Quintín y Valle de Maneadero en Baja California, sin embargo, la mayoría de los migrantes utilizan como trampolín estos centros de trabajo para pasar posteriormente hacia los Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades económicas.
De acuerdo con el índice de marginación del CONAPO, se observa que los municipios del Valle de Tlacolula, tienen un grado de marginación de medio a muy alto. Los municipios de marginación media tienen tasas de crecimiento anual positivas, aunque normalmente con tendencia errática. Estos municipios tienen comparativamente un mayor grado de diversificación económica.
Algunos municipios tienen menos migración en el valle como son: Mitla, debido a que ofrece servicios turísticos, produce y vende textiles artesanales pero, sobre todo, sus comerciantes han logrado acumular capital en el ramo de las tiendas de abarrotes y materiales de construcción, Teotítlán del Valle por su parte, complementa su agricultura campesina con la producción y venta de tapetes artesanales. En cambio, en la mayoría de los municipios de alta y muy alta marginación, están presentes tasas de crecimiento negativas, al menos en una década, las cuales son indicativas de una fuerte expulsión de población (Reyes 2000: 34-42).
Las migraciones interestatales constituyen un fenómeno que afecta directamente a la dinámica poblacional de cada entidad federativa, pues el cambio de domicilio entre Estados es una de las estrategias que adoptan las personas para mejorar sus condiciones materiales de vida. La búsqueda de trabajo y mejor remuneración así como la decisión de cambiar de residencia se presenta como el resultado de la comparación de oportunidades económicas entre el lugar de salida y el lugar de llegada.
Los datos censales muestran que son cuantiosos los cambios de domicilio entre entidades y que estos movimientos se incrementaron sistemáticamente con el paso del tiempo. En 1950, poco más de 3.5 millones de personas no vivían en sus entidades natales; para 1970 y 1990 este número de migrantes aumentó a 7.5 y a 15.4 millones, respectivamente, alcanzando en el 2000 la cifra de 18 millones de individuos, que son mayoritariamente del sexo femenino –desde 1950 la cifra de migrantes varones fluctúa entre 91 y 93 por cada 100 mujeres migrantes.
En términos relativos, la creciente dimensión del fenómeno superó incluso el ritmo de aumento del universo de habitantes del país, representando cada vez mayores proporciones de la población total: 14.8% en 1950, 16.9% en 1970, 22% en 1990, y finalmente 23% en el 2000 (Corona 2000: 8).
En la segunda mitad de los años cincuenta, sólo en el Distrito Federal y el Estado de México el principal flujo inmigratorio excedía las 30 mil personas; en cambio, en 21 Estados era inferior a diez mil. La pérdida de atracción de la Ciudad de México para los habitantes del resto de la nación es evidente: a fines de los años cincuenta, al Distrito Federal llegaban las corrientes más numerosas de 19 Estados; más tarde sólo llegaban a la capital del país la procedente del Estado de México. Si bien la expansión territorial de la Ciudad de México le ha transferido paulatinamente al Estado de México el papel protagónico en los lugares de destino de la movilidad geográfica de la población, el conjunto de ambas entidades, después de haber sido en 1955-1960 el destino del principal flujo originado en 18 de las 30 entidades restantes, es ahora la región de donde parte el contingente más grande que reciben las 11 de las otras 30 entidades (CONAPO 2000).
Para apreciar el comportamiento general y la evolución del fenómeno de la migración interestatal, Corona agrupa las entidades con rasgos migratorios semejantes, en el primer bloque se encuentran Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas, que constituyen una región de constante atracción poblacional, en segundo lugar se encuentran los estados de Coahuila, Sinaloa, Nayarit, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán, Guerrero y Oaxaca, que se distinguen por su rechazo poblacional sistemático en los cincuenta años de referencia. La migración en estos estados repercutió en la disminución del porcentaje de sus residentes con respecto a la totalidad –de 29.4% en 1950 a 21.9% en el 2000-, no obstante la prevalencia en esta zona de las más altas tasas de fecundidad del país. En general durante los años 1995-2000, los inmigrantes en esta región, se distribuyeron equitativamente entre varones y mujeres y su estructura por edades refleja básicamente el desplazamiento de familias en etapas intermedias de su ciclo vital, lo que se combina con la reunificación familiar como el motivo principal del cambio de domicilio interestatal (Corona 2000: 9).
El cuadro 1, nos sirve de referencia para hacer una comparación de la migración interestatal en 18 Estados de la República Mexicana abarcando el período de 1955-1995, podemos observar que el Estado de Oaxaca tiene una tasa de migración neta de –0.61, apreciándose que desde 1955 se presentan tasas de migración negativa, por lo que Oaxaca es un Estado con alta expulsión de población en comparación con el resto de los Estados considerados en este cuadro.
"LOS CUADROS PROXIMAMENTE LOS SUBIRE COMO IMAGEN"
Como hemos visto anteriormente, Oaxaca constituye un Estado con alta expulsión de mano de obra, por lo tanto la migración es un tema relevante a tratar. Las primeras salidas masivas de oaxaqueños fuera del país tienen su origen en el Programa Braceros (1942-1965) que canalizó mano de obra a los campos agrícolas de los Estados Unidos. Junto a estas salidas existía ya el trabajo agrícola en cultivos comerciales como la caña de azúcar en Veracruz y Morelos, el algodón en Tapachula y el café en Pochutla. El término del programa de braceros coincidió con el auge de la mecanización agrícola en los Estados del noroeste; poco a poco, la consolidación de la agricultura comercial en los setenta y el uso intensivo de mano de obra en Culiacán y Baja California fueron atrayendo población para el trabajo temporal, primeramente de regiones cercanas.
En los años ochenta, con la diversificación de la producción y la introducción de hortalizas, los productores del norte del país buscaron mano de obra en otras entidades, como Oaxaca, lo que aumentó en pocos años, el número de jornaleros. Actualmente, Oaxaca es la quinta entidad en migración neta a nivel nacional y la segunda en presencia de jornaleros agrícolas en Sinaloa y Baja California, después de Guerrero (Méndez 2001:46).
La demanda anual de jornaleros agrícolas en el Estado de Sinaloa, se calcula en más de 100 mil trabajadores entre locales y foráneos. El traslado de importantes flujos de población procedentes de Estados como Oaxaca y Guerrero es fundamental para sostener los niveles de producción en hortalizas como las de tomate, chile y pepino; sin embargo, los ingresos obtenidos apenas alcanzan para repetir nuevamente el ciclo y sobrevivir en las comunidades de origen mientras llega la siguiente temporada.
Dentro de la geografía oaxaqueña, el Programa Nacional con Jornaleros Agrícolas (PRONJAG) implementado por el gobierno oaxaqueño ha detectado 26 municipios con importantes flujos de jornaleros agrícolas; caracterizados por una fuerte degradación ambiental, pobreza y altos niveles de analfabetismo, como el caso de Coicoyán de las Flores y San Martín Peras, ambos en la Mixteca.
En 1997, la situación en los campos agrícolas era dramática, mientras la demanda de mano de obra rebasaba las 100 mil personas, los albergues apenas tenían capacidad para unas 5 mil. Es ya ampliamente conocida la situación de hacinamiento y la carencia de servicios básicos en los que viven los migrantes.
La migración de los oaxaqueños al noroeste del país representa el 66.9% de los flujos migratorios en el Estado: los jornaleros oaxaqueños se dirigen a las regiones agrícolas en Sinaloa, Baja California y Sonora y básicamente desarrollan tres modalidades migratorias: pendular, cuando van a una región y regresan a la comunidad de origen, golondrina, cuando se desplazan entre varias regiones, sea que se enganchen con los mismos patrones o prefieran desplazarse por cuenta propia y; por último cuando se tiene el asentamiento en las zonas de trabajo. De acuerdo con el INEGI, en 1990 había ya 13 mil 393 oaxaqueños asentados en Sinaloa y 8 mil 744 en Baja California (INEGI 2001).
Un rasgo importante de la migración temporal y en general de los flujos migratorios de los oaxaqueños es su fuerte carácter étnico; los principales grupos étnicos que laboran como jornaleros agrícolas en el noroeste son zapotecos de los Valles Centrales y de la Sierra Sur, así como mixtecos y triquis procedentes de la Mixteca. Los otros grupos son, en orden de importancia, mazatecos, mixes, chinantecos, amuzgos y chatinos.
Con el surgimiento de asentamientos de trabajadores agrícolas oaxaqueños en Baja California, como San Quintín y Ensenada, y los urbanos existentes en Tijuana, inició el cruce masivo de la frontera con Estados unidos de Norteamérica en los años ochenta y noventa.
A diferencia de las migraciones de las décadas pasadas, éstas se diferencian por el incremento de la población indígena, por ejemplo los zapotecos que se dirigen a los Ángeles o los mixtecos a los destinos rurales, como California, Oregon y Washington (Méndez 2001: 47).
Las crisis económicas en el país y la devaluación del peso frente al dólar han fomentado el incremento de los flujos migratorios ante la diferencia cambiaria peso-dólar; con ello se han incorporado localidades en donde la migración temporal al noroeste había sido predominante por la precaria situación económica (Bustamante 1999: 21). Sólo por citar un ejemplo de migración internacional, algunos cálculos nos indican que para 1991 había entre 20 mil y 40 mil mixtecos en California, viviendo sobre todo en el Valle de San Joaquín, Madera y Fresno. Para 1994, el cálculo ascendía a 50 mil, de éstos el 75% trabajaba en la agricultura y representaban el 5% de la fuerza laboral agrícola en California.
Otra fuente nos indica que la población indígena en California era originaria de 203 comunidades pertenecientes a 22 distritos; sin embargo, en términos porcentuales el 78% provenía de Juxtlahuaca, Silacayoapam y Huajuapam (Besserer 1999: 210).
Según Mancilla, de los 570 municipios del Estado oaxaqueño, el 60% es de fuerte expulsión, el 17% es de débil expulsión, el 11% de equilibrio, el 6% de débil atracción y el 5% es de fuerte atracción.
Se identifican en Oaxaca cuatro escenarios fundamentales de los flujos migratorios que son:
- Los flujos migratorios internos, que se dirigen fundamentalmente hacia las zonas agrícolas de la Costa, Papaloapam y la Ciudad de Oaxaca.
- La migración hacia diversas entidades del país, entre las que destacan el Distrito Federal, Sinaloa, Baja California Sur y Norte, Sonora, Jalisco, Nuevo León, Tamaulipas y Aguascalientes.
- La migración internacional, principalmente hacia los estados de California, Texas, Florida y Nueva York en los Estados Unidos de América.
- La inmigración de ciudadanos de otros países, por razones turísticas y comerciales o bien cuando cruzan el territorio oaxaqueño para dirigirse hacia los Estados Unidos de América y que en su mayoría son ciudadanos centroamericanos (Mancilla 2000: 65).
Los Valles Centrales de Oaxaca se caracterizan por tener un territorio de clima seco y semidesértico con pocas lluvias, lo que dificulta el cultivo de maíz y fríjol. Además de tener altas tasas de marginación, reflejadas en altas tasas de mortalidad infantil, analfabetismo, desnutrición y alcoholismo debido a la escasez de servicios, escuelas y empleos. Quienes permanecen en sus comunidades combinan la actividad agrícola con la artesanal y, en algunos casos, con la industrial y la encuentran como estrategia para sobrevivir a la migración (Mancilla 2000: 72).
En Valles Centrales, las familias han hecho una tradición de la migración temporal, por tal motivo “dan a trabajar” las tierras que poseen en mediería con el fin de obtener alguna utilidad.
Los principales destinos de los migrantes de los Valles Centrales son los campos agrícolas del Valle de Culiacán, aunque hay quienes siguen el ciclo agrícola del noroeste del país: Hermosillo, Sonora, San Quintín y Valle de Maneadero en Baja California, sin embargo, la mayoría de los migrantes utilizan como trampolín estos centros de trabajo para pasar posteriormente hacia los Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades económicas.
De acuerdo con el índice de marginación del CONAPO, se observa que los municipios del Valle de Tlacolula, tienen un grado de marginación de medio a muy alto. Los municipios de marginación media tienen tasas de crecimiento anual positivas, aunque normalmente con tendencia errática. Estos municipios tienen comparativamente un mayor grado de diversificación económica.
Algunos municipios tienen menos migración en el valle como son: Mitla, debido a que ofrece servicios turísticos, produce y vende textiles artesanales pero, sobre todo, sus comerciantes han logrado acumular capital en el ramo de las tiendas de abarrotes y materiales de construcción, Teotítlán del Valle por su parte, complementa su agricultura campesina con la producción y venta de tapetes artesanales. En cambio, en la mayoría de los municipios de alta y muy alta marginación, están presentes tasas de crecimiento negativas, al menos en una década, las cuales son indicativas de una fuerte expulsión de población (Reyes 2000: 34-42).
EN: La migración de oaxaqueños en el siglo XX. Patricia S. Sánchez M.1, Rafael G. Reyes M.2, Valentín .J. Morales D.1 1 Profesores-investigadores del CIIIDIR IPN Oax., 2 Profesor-investigador del ITO. Hornos # 1003, Sta. Cruz Xoxocotlán, Oax. Mex. C.P.71230. ms_287506@yahoo.com.mx.
1 comentario:
Hola, el artículo está muy interesante, mi tesis de maestría será sobre los niños migrantes oaxaqueños en Sinaloa y los programas de educación básica. Una pregunta: ¿pueden enviarme los títulos de los libros que se señalan en el artículo?
Mi correo es: alexteddy@hotmail.com
Gracias,
Alessandro
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